Hay infiernos inmensos. Ni hablar, ni los conozco, ni quiero presumir de valiente por haberlos enfrentado. Hay tristezas contra las que nada se puede. Todos hemos tenido alguna y con algunas andamos de por vida. Ni modo.
Justo debajo de estos inevitables desafíos, pero de tal modo dentro de nuestra intimidad como la lengua misma, están las idas al dentista. He pasado la tarde reponiéndome de una que duró toda la mañana. Dice el doctor Masri que he de quedar con dientes para diecinueve años, pero que él ha de tardarse lo que se necesite y yo de resistir cuantos tormentos tenga a bien provocarme. El de hoy duró cuatro horas. Porque además, así son los artista y él, no sé si por eso de la rima o porque en su pasión es la escultura, practica el arte de hacer dientes bien hechos. Sana y cuida, pero es artista. Y, como tal, peligroso. Si “la pieza”, que así es como llama al suplente para reposición con que acude en ayuda de una muela, no le queda divina, no la pone. Y me rinde ante un inevitable “provisional” por el que se filtra lo frío o en donde se abisma lo caliente.
Punto: Que además de sana voy a quedar con dentadura de diva es una de las mil zalamerías con que me consuela del tormento al que tiene sometida hace ya tres semanas. He pasado por todo: redención de picaduras, limpieza y pulimento de inmuebles, salvación de molares en peligro letal y afinación de dientes que han de convertirse en perlas. Y estoy, literalmente y dicho en buen mexicano, hasta la madre. “Vivo sin vivir en mí” dice mi dentadura desde el espejo. Y yo la mira de pasadita. Para estar hecha de “provisionales” es un lujo. Pero sólo los malos amores son un lujo cuando son provisionales.
Punto y aparte: Hecha tan variada descripción de una desdicha menor, paso a presumirles la dicha: el miércoles es la graduación de una trémula guionista por ustedes conocida como mi hija, y de quien pronto seré conocida como madre.
Mañana iremos a Los Angeles para acudir el miércoles a las instalaciones del American Film Institute a solemne ceremonia de toga y birrete. Ando como si fueran a llegar los Santos Reyes. Los mantendré informados. Aunque mis entradas se puedan confundir con trinos y por fin nos hagamos a la idea del hablar como en twitter, iré dejando algunas.
Punto final: El fin de semana fui a Puebla. El volcán hizo erupción. Tan pronto pueda les mandaré una prueba. Pero por ahora créanme: es un espectáculo por el que vale venir hasta México.
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