Blog de Víctor José López /Periodista

miércoles, 10 de marzo de 2010

UNA Y EL MAR Angeles Mastretta

10 Mar 2010

Una y el mar, Puerto Libre

Escrito por: Ángeles Mastretta el 10 Mar 2010 - URL Permanente

Se me ocurre hacer un libro que se llame “Cuentos de hadas para niñas listas”. Un libro que tuviera sus encantamientos y sus hadas madrinas, pero que llevara a las heroínas a lugares más certeros que un viaje en andas sobre el caballo de un príncipe hasta llegar a las tierras de “Y se casaron y fueron felices”. Esos finales de cuento deberían ser, a veces, el principio. ¿No es cierto? ¿Qué asusta y redime hoy a los niños?

Punto: De las mujeres registradas para ser elegidas a un cargo de elección popular en México, el año pasado, sólo ganó un ocho por ciento.

Punto y seguido: Así puede contarse:

Una iba saliendo rumbo al supermercado. Era domingo. Sonó el teléfono y salió la voz de Rosi. Una la preguntó cómo estaba y ella empezó a contarlo. Entonces una se recargó en la pared un rato, con el teléfono en una mano y un vaso en la otra. Dio un trago de agua, dejó el vaso en la mesa, aflojó el cuerpo, sintió los pies apretados en los zapatos para ir a la calle y se los quitó. La espalda recargada en la pared, la duela de madera demasiado limpia, los calcetines resbalándose rápido junto con una que cae sin soltar el teléfono y pega antes que nada con el codo en el suelo. Todo el cuerpo cayendo sobre el codo y todo el golpe viajando hasta los hombros y el cuello: ¡Estrellas! Entonces una queda en el suelo echa un ovillo, dándose cuenta de que tiene cuerpo, recontando el estado de sus huesos y sus años. No me desbaraté, se dice una, voy a estarme aquí un rato hasta saberlo, hasta que cada pieza embone bien y me pueda levantar como digna cronopio que quiero seguir siendo. Una entonces se hace al ánimo, se mueve, reconoce que no le pasó nada, se levanta y va al supermercado. Vienen los niños con sus padres, juegan, una juega con ellos y les pide que vuelen como aviones y que muevan los brazos como alas y como una. Luego llega la noche y una duerme bien, llega la mañana y una despierta regular, llega la noche y duerme despertando, llega el martes y todo le duele como si una apenas se hubiera caído hace un segundo y apenas le doliera lo que debió dolerle el primer día.

Una, -como dicen las españolas-, y no uno, -como decimos las americanas-: una soy yo. ¿Qué raro es hablar de uno como de una? Todo sea por la madre patria y el día de la mujer. ¿Como diría el tango entonces? “Una va arrastrándose entre espinas/ y en su afán de dar su amor/sufre y se destroza hasta entender/que una se ha quedado sin corazón. Precio de castigo que una entrega por un beso que no llega y en su afán de dar su amor…tarariririra. Eso sí, el tango se llama UNO. ¡Qué divertido!

Punto y aparte: dije que iba a volver con la poesía para hoy y aquí dejo una maravilla que hace días encontró Lily para nosotros. Van los cuatro primeros versos de un soneto de Octavio Paz.

El mar, el mar y tú, plural espejo,
el mar de torso perezoso y lento
nadando por el mar, del mar sediento:
el mar que muere y nace en un reflejo.

Mensaje de hoy: Pedro querido: No te preocupes. Cuando hablamos de política, con buenas intenciones, todos somos el mar que muere y nace en un reflejo. Y lo único que importa es el mar, no el reflejo.

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