Blog de Víctor José López /Periodista

domingo, 1 de marzo de 2009

RESPUESTA A MORANTE

"Con flores a Fran Rivera"

por Ignacio Ruiz Quintano



Diario ABC. Madrid.-Sábado, 28-02-09

SE nos hace incomprensible el berrinche americano de Morante de la Puebla: «Es una vergüenza que le hayan dado la Medalla de Bellas Artes a Rivera, pero no por Rivera.» (Y qué español, sin embargo, resulta ese «pero no por Rivera»).

Rivera es Fran Rivera (Ordóñez), no Diego Rivera, el muralista mejicano al que un día, andando por Bellas Artes, preguntaron:

-¿Qué le trae por aquí, maestro?

-¡Vengo a orinar!

¿Qué hay en lo de Morante? ¿Envidia o ganas de llamar la atención? La envidia siempre es ciega: mira, pero no ve. Y Morante no parece envidioso. Morante lo que no quiere es que le pisen el poncho de artista. El año pasado se paseó por Méjico más bonito que un Obama, con un sombrero carrete y un cigarro cirial.

-Estando acá ése, algo hay que hacer para que le saquen a uno una foto.

«Ése» era Tomás y su fanfarria publicitaria. ¡Marketing y glamour! Y ahora, lo de Rivera. ¿Por qué el ministro Molina da a Rivera la Medalla que el año pasado dio a Tomás? Conociendo a Molina, por formalidad. Ya sabemos que Rivera no es El Guerra, que era Mallarmé. («¡Es Mallarmé!», le decía Salvador Rueda a un perplejo Rubén para convencerlo de ir a los toros.) Pero Rivera tampoco es Gamoneda, o el feísmo como categoría estética, que en el toreo consiste, según Bergamín, en exagerar la impotencia, el desgarbo, el retorcimiento, el parón tancredista y apayasado.

-¿Qué habría sido Juaristi sin Borges? -pregunta la prensa cultural a Juaristi, que contesta una verdad en números redondos:

-César Antonio Molina.

Se agradece que, para justificar la condecoración, Molina no haya cometido la pedantería de buscar en la «Historia de las ideas estéticas» de don Marcelino Menéndez Pelayo lo que viene en «Los toros desde la barrera» de Claude Popelin. Pero, como gran maniático de la formalidad que es, con Rivera habrá querido asegurarse de que a recoger la Medalla de manos reales va a ir un tío bien vestido, y no con una camisa negra de humorista catalán.

El caso es que a Morante («un soneto me manda hacer Morante», que diría su devoto Gala, aquel al que una lírica Nieves Herrero pedía en la TV «un soneto cortito») no le gusta Rivera. ¿Y qué? Tampoco a Villalón, otro temperamento artístico, le gustaba Belmonte, del que decía que había oído hablar de él alguna vez, aunque, para no decir su nombre, le llamaba Bermúdez.

-Bermúdez es un hereje del toreo. Aparte de otras mil cosas, ha olvidado uno de los dogmas fundamentales. Para ser torero, hay que empezar por parecerlo. Luego se es o no se es; pero primero hay que parecerlo. Lo que Morante dice de la Medalla de Rivera vale para los sillones de la Academia y las piñatas del Cervantes, porque lo distinguido, hoy, es carecer de distinciones ministeriales, como enseña el proverbio árabe que dice: «¿Por qué me humillas con tu generosidad?»

¡Silencio, gitanas!

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