RETO A LOS
DEMÓCRATAS
Si
los habitantes de Venezuela queremos conservar lo mucho o poco que tenemos,
entre otras cosas la vida, la libertad o el derecho a trabajar en paz, estamos
en la obligación inaplazable de despertar de lo que para algunos sería sólo una
pesadilla y rebelarnos frente a la dictadura. Lo que está en peligro final es
la existencia misma de la nación. No es un juego de palabras. Es el reflejo de
una realidad a la vista de propios y extraños. No se puede perder más tiempo.
Sabemos
que hay miedo acumulado en algunos espíritus y comodidad oportunista en otros.
Vacilan recelosos esperando que sean terceros los que acudan a resolver. Pero
también sabemos que la indignación y la rabia están en crecimiento acelerado
superando todo temor, impulsando a la acción para lograr el cambio definitivo.
El abuso de poder no ha tenido límites. El régimen destruyó el Derecho como
instrumento regulador de la vida en sociedad, de las relaciones entre la gente
y de ésta con el estado-gobierno. Ineficiencia y corrupción ideologizadas lo
han convertido en una pandilla de náufragos sedientos delirando bajo el calor
con el sol en la frente. El país sufre, pero supera la resignación pesimista
que se había apoderado de algunos ante la lógica incertidumbre del desenlace.
Reclama mayor presencia y acción a un liderazgo que invierte demasiado tiempo
en análisis y reflexiones que el pueblo tiene muy claros. Se necesita coraje y
entender el anhelo de las grandes mayorías nacionales.
En
la campaña electoral que culminó con la enorme victoria opositora del 6 de
diciembre pasado, las consignas básicas fueron la lucha para la liberación de
los presos, el cese a la persecución y el acoso, así como el retorno de los
exilados. Con la misma fuerza se planteó un lapso de seis meses para determinar
la ruta para salir de maduro, primer paso largo para el cambio de régimen. Para
lo primero se manejó lo de la amnistía, por ley o por decreto legislativo. Para
lo segundo se han explorado diferentes vías poniendo el acento en lo del
referendo revocatorio y manoseando tímidamente alternativas mucho más rápidas y
decisivas como lo de la doble nacionalidad o la destitución. Todas
constitucionales.
Los
impulsos deben dirigirse a cumplir con las expectativas creadas. No podemos
confundir los objetivos prefijados con los instrumentos, como es el caso del
revocatorio. Estamos dentro de un esquema precario de acuerdo a lo que sucede.
Puede servir o no, pero ello dependerá de las torpezas del adversario y de la
inteligencia y coraje del liderazgo democrático.
Domingo,
8 de mayo de 2016
@osalpaz
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