Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 2 de julio de 2018

¿EL BOLÍVAR HOY?: NI FUERTE, NI SOBERANO SÓLO RUINA Egildo Luján Nava


 Formato del Futuro…

La devaluación abrupta y sostenida de cualquier signo monetario, y en el caso venezolano del caso del Bolívar, puede hacer más daño que  una guerra. Estas causan muertes y pérdidas materiales, aunque, generalmente, las de hoy, por los adelantos tecnológicos que se dan en el ámbito bélico, son cortas. Y los países involucrados, ganadores o perdedores, se recuperan pronto.

Sin embargo, en el caso de una devaluación sostenida, a lo que conlleva es al hambre y a la ruina del país; al deterioro en el sistema de vida de la población, y a la muerte sin tregua por mengua de miles de ciudadanos. Es la consecuencia de la escasez, como del deterioro generalizado.

El empobrecimiento continuo estimula la desconcertación  y el canibalismo social. Cada individuo entra en un sálvese quien pueda. Y eso, además de generar protestas, reclamos y violencia, conduce a la exacerbación de la delincuencia. Se impone el reinado de  los robos y de los fraudes, entre otra cantidad de delitos. Y  en un país en donde cada año  el 95% de los delitos se mantienen impunes, por supuesto,  no pueden estar ausentes tampoco las apropiaciones indebidas, los  secuestros y los  asesinatos.

El caso del signo monetario el Bolívar es patético. Si bien durante la reseña histórica de los últimos 70 años se aprecia que en todos los continentes, diversos países han registrado devaluaciones en sus monedas, también han dejado constancia sobre sus causas, consecuencias y aprendizaje sobre la manera como pudieron zafarse del daño general.  Y eso permite deducir que no se trata de un mal insuperable, ni guarda correspondencia con motivaciones externas al ejercicio del poder.

Como referencia comparativa a nivel Latinoamericano, sólo basta un ligero paseo por las devaluaciones registradas por México  en el año 1995. Entonces, el efecto "Tequila" fue capaz de incidir en la generación de devaluaciones en cascada en Colombia, Brasil, Ecuador, Chile, Bolivia, Argentina. Entonces, nada sucedió en Venezuela. Fue una excepción. Y sucedió  por haber mantenido una moneda fuerte con un respaldo sólido, al acogerse a sus decisiones legales y monetarias; también por haber mantenido el respeto y la independencia del poder de decisión de su Banco Central.

Asimismo, sin contaminación político partidista, ni gubernamental significativa, la administración pública se acogió a la norma, que incluye disciplina fiscal y monetaria. Sin embargo, el ingreso petrolero providencial y el populismo se encargaron de promover lo contrario, hasta que se produjo el inevitable viernes negro el 18 de febrero de 1983. Desde entonces, se inicia el tránsito hacia un camino funesto, que adquiere ribetes de desquicio en 1984.

Entonces, se interrumpe parcialmente la independencia del Banco Central. Y comienza el ir y venir de un desorden administrativo, amparado en las ventajas de un proceso monetario que ya no oculta la manera de financiar gastos dispendiosos, además de una corrupción que arrastra propuestas y sugerencias. Se da el paso del valor de cambio de Bs 4,30 a Bs 7,50 por dólar, mientras que el Banco Central termina pasando a ser otra institución ministerial.

Ya para 1998, en un proceso durante ese período (1984-1998) de 14 años de mini devaluaciones consecutivas, se llegó devaluando la moneda a un valor del Bolívar de Bs. 565 por Dólar. Curiosamente, no obstante haberse causado distorsiones económicas, siempre hubo acceso a la libre compra de divisas y pudo ser económicamente sorteable, es decir, sin causar un trauma grave a la población.

Y es con el arribo al poder en 1999 de la "V República", que luego daría paso al "Socialismo del Siglo XXI", cuando el Banco Central  de Venezuela pierde su independencia totalmente, y pasa a ser controlado por el Poder Ejecutivo. Esa particular simbiosis, que sigue vigente a1 01/07/2018, fue la que se ocupó de hacer uso de más de un billón de dólares, como de autorizar un endeudamiento de otros casi  200 mil millones de dólares. Mejor dicho, de ingresos  superiores a todos los obtenido por Venezuela durante su etapa republicana.

Como consecuencia, hoy el Bolívar luce pulverizado por la incidencia destructiva del Poder Ejecutivo y su aliado el Banco Central. Y la Nación venezolana es arrastrada hacia el colapso por la hiperinflación más alta de la historia monetaria y económica del mundo. Pasó de vivir en un tampoco nada idílico cambio de Bs.565 por dólar, a otro de TRES MIL MILLONES por DÓLAR, si se parte de la verdad histórica venezolana, según la cual lo que es hoy tan sólo Bs. TRES MILLONES por dólar, en realidad, comienza a modificarse cuando  el ya fallecido Hugo Chávez Frías le elimina tres ceros al valor de la moneda el 17 de febrero del 2007. 

Con el control de cambio como causa para, supuestamente, evitar  la fuga de divisas y que la oligarquía se siga beneficiando del ingreso petrolero, todo lo que ha sucedido desde entonces hasta la fecha en materia de devaluación y uso de los ingresos del país, se refleja en el hecho de que en Venezuela no es posible adquirir divisas, si no hay consentimiento de parte de los mismos que gastaron el billón de dólares provenientes del petróleo, como los otros casi 200 mil millones de la deuda externa.

Un país que siempre fue calificado como rico, básicamente por el volumen de ingresos en proporción con su relativamente pequeña población, como por ser el mayor exportador de petróleo a los Estados Unidos, y quinto en del mundo, y por poseer las mayores reservas de hidrocarburos del globo, tampoco es ya lo que alguna vez le distinguió en la región: productor autosuficiente en un 80% del consumo alimentario nacional. Tampoco posee la clase media, en relación a su población con respecto al resto de los países de América Latina. Hoy, sencilla y dolorosamente,  es el país más pobre de la región.

Es la misma Venezuela que, supuestamente, ha perdido un conglomerado de más de 4 millones de ciudadanos en la última década. Por motivos de hambre, inseguridad, miseria y mengua. Y que, en razón de dicha verdad, desde luego, está obligada a resolver esta terrible y dramática situación, independientemente de ideologías, bandos o presuntos culpables responsables. 

Tiene que hacerlo prontamente. Su serio y grave problema ya no es sólo suyo. Ha pasado a ser  un problema contaminante en la región. Y de no reaccionar, entonces, Venezuela estaría justificando y hasta propiciando la indeseada intervención de los países vecinos en defensa de sus respectivos territorios. 

También ellos, en razón de la situación a la que se les está obligando a someterse, hoy se permiten afirmar que son víctimas de un daño regional generado desde el asiento de un comportamiento propio de un narco Estado, de un país forajido, de la sede de miembros del terrorismo internacional. Y pudiera ser así, después de que, desde diferentes sitios del mundo, también se propagan acusaciones, además de sanciones y otras decisiones relacionadas con la  incautación de bienes y de cuentas bancarias. Además de  prohibición de ingreso de algunas individualidades a distintos países, tanto civiles como militares, y por el solo hecho de estar relacionados con la estructura de mando de ese país.

Hoy se continúa emitiendo moneda inorgánica física como digital. Se da, asimismo, por transferencias interbancarias, a la vez que se continúan oficializando aumentos salariales no presupuestados y sin respaldo. También se le sigue inyectando más dinero a la masa monetaria y, consecuencialmente, aumentando la devaluación e hiperinflación.

Con todo ello, se  está agravando, aún más, el panorama.

De igual manera, se anuncia una nueva reconversión monetaria, mientras se le quita ceros al valor de la moneda, a la vez que se deja entrever la posibilidad de que  se emita una nueva moneda con distinto nombre y valor. Y si es así, obviamente,  nunca se podrán obtener resultados distintos si se continúa haciendo lo mismo. La terca repetición de errores, desde luego, lejos de ser una solución, sólo conducirá al empeoramiento de la situación. 

Para corregir y superar la realidad a la que hoy es sometida la Nación, hay que cambiar de rumbo.  El comunismo sólo ha traído ruina y destrucción en todos los países que lo han implantado. Es indispensable permitir que personas idóneas y profesionales sean las que gerencien las distintas actividades gubernamentales pertinentes.

Hay que crear condiciones para  estabilizar el valor del Bolívar; regresarle la independencia de gestión al Banco Central de Venezuela; proveerlo del fondo de reservas necesario para respaldar la moneda; permitir la libre convertibilidad; detener la emisión de moneda inorgánica descontrolada y sin respaldo; renegociar la deuda externa y procurar un plazo libre de pagos de 3 a 4 años o más,  para permitir una recuperación sin presiones financieras y menos dramática.

Asimismo, el Gobierno debe admitir que no es posible arrear su presente funcional pretendiendo reactivar más de 700 empresas, que son las que conforman su ineficiente estructura administrativa. Tiene que plantearse la privatización  y venta de empresas que hoy están sólo convertidas en un simple lastre público, para  justificar nóminas con fines electorales en poder del Estado. Es decir, admitir que no dispone de recursos, ni de soporte humano para hacer posible milagros reactivadores de unidades productivas que nada producen, salvo un peso de costos funcionales.

Si el Gobierno pretende encontrar respuesta efectiva en el sector de la producción primaria, el propósito no puede ser la forzosa imposición de la entrega del 70% de lo poco que se produce. Debe comenzar por regresar las fincas incautadas a sus legítimos propietarios, con sus respectivos subsidios  financieros. De igual manera, solicitar fondos y ayuda financiera a corto mediano y largo plazo a los organismos internacionales; honrar o negociar los compromisos vencidos, incentivar y proteger el derecho a la propiedad y la empresa privada.

Rescatar la producción nacional va mucho más allá que la celebración de reuniones, mesas técnicas, encuentros iluminados para la televisión. Implica, adicionalmente, un sincero combate férreo contra la delincuencia e impunidad que hoy predomina en el medio rural y las carreteras del país. Asimismo,  obviamente, acatamiento y cumplimiento de lo que establece la Constitución para que, finalmente, a la vez que se define lo atinente al reacomodo administrativo del Estado con base en un futuro proceso comicial, evitar que la hiperinflación continúe siendo la que, como hoy,  determine el contenido de la agenda del sistema de vida de los venezolanos, y la funcionalidad del propio Gobierno.

La hiperinflación ha nacido a la luz de una serie de errores y de equívocos económicos que se insiste en usar, porque es un recurso útil para fines políticos, ideológicos y electorales. Pero, día a día, se sigue  fortaleciendo en su capacidad destructiva, mientras nada se hace por impedirlo.

La población, la sufrida población venezolana, sabe perfectamente qué está sucediendo. Sabe que ella es víctima, pero también que es un componente determinante para que haya confianza y paz. Porque su obligatorio sometimiento a lo que es y significa el Bolívar como instrumento transaccional, no permite llegar a la otra orilla del río.

El Bolívar es un componente referencial de ruina y nada más. ¿Y a qué se debe el propósito de llegar a extinguirlo?. Ya hay pasos en atención a fortalecer el trueque. Porque si nada se hace, cuando la hiperinflación domina, no hay escapatoria. Sólo el intercambio reina y se impone. Pero no es precisamente un sistema de trueques lo que impedirá que el país siga su rumbo hacia el colapso. Lo que se necesita, es una economía que garantice trabajo cierto, salarios decentes, producción competitiva, y un riesgo país que atraiga capitales internacionales.

Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)









































































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