Formato del
Futuro…
Los que
llamaron a votar, explicaron que en regímenes políticos dictatoriales no se
debe desaprovechar ninguna oportunidad comicial. Pero, además, que en el caso
venezolano, en las ocasiones cuando la oposición ha concurrido unida, ha
logrado buenos resultados. ¿Ejemplo?: el de las elecciones parlamentarias del
6D de 2015, cuando los factores democráticos ganaron las dos terceras
partes de la representación popular en la Asamblea Nacional.-
Por su
parte, los que llamaron a no votar alegaron que es inútil concurrir a unas
elecciones amañadas, fraudulentas, con un Consejo Nacional Electoral que
desconoce la Ley que le rige y que, sin sonrojo alguno, se exhibe parcializado
a favor del régimen. Además ¿por qué los alcaldes tienen que juramentarse ante
una ilegítima Asamblea Comunal, para optar a una legitimidad constitucionalidad
que sólo es posible de lograr juramentándose ante la Asamblea Nacional?.
Lamentablemente,
al margen de esas justificadas argumentaciones, esa expresión democrática, sin
embargo, con su conducta, incurrió en lo que, por su parte, reprueba gran parte
de la ciudadanía: ambos grupos insisten en desviarse del único
objetivo común, que no es otro que propiciar un cambio de Gobierno. Y, peor
aún, asumir posiciones antagónicas, al punto de llegar a las descalificaciones
grupales y rupturas personales, y al extremo de, sin darse cuenta, que el
objetivo del contrario es precisamente provocar la división. ¿Pueden entender
los dirigentes democráticos que mientras más fragmentada luzca su dirigencia,
más débil se presenta y menos posibilidades tiene de propiciar cambio alguno?.
Olvidan lo dicho por Julio Cesar en el año 47, Antes de Cristo: "Divide
et impera " ."Divide y Vencerás”.
La calle
está llena de dudas y preocupaciones acerca de esa conducta de la dirigencia
política que se autocalifica democrática. Porque mientras ella se debate entre
una fraseología autodestructiva y una egolatría propia del populismo
gobernante, olvida que la única realidad ciudadana en el país es la que le ha
impuesto una supuesta revolución durante las dos últimas décadas.
El país es
víctima de una inhumana involución. Y todo es producto de haber pasado de
ser una nación calificada de la más rica de Centro y Sur América, distinguida
por su natural condición de receptora de emigrantes del mundo entero en busca
de un próspero porvenir, hasta terminar en lo que proyecta hoy. Eso no es otra
cosa que una Venezuela afectada por un proceso de destrucción continua en lo
económico y en lo social; con una población que no se ocupa en pensar dos veces
para huir a otros lugares del Continente y del mundo Y que lo hace
convencida de que allí pudiera encontrar lo que no puede hallar en el
suyo. Es decir, seguridad y posibilidad de sobrevivir. Tan grave es el
hecho alrededor de dicha estampida, que al margen de la presunción
de que más de tres millones de venezolanos pudieran estar viviendo en el
exterior, la referencia es otra: ¿cuántos más se irán del país en el 2018?.
Formato del
Futuro no ha dejado de repetir durante los últimos años que no hay
otra forma de corregir lo lamentablemente andado, si Venezuela no reasume el
rol ansiado: convertirse nuevamente en garantía de bienestar y
prosperidad para sus ciudadanos. Al día de hoy, el Gobierno ha sido
exitoso en su propósito destructivo. Lo que se ha propuesto destruir, lo ha
logrado en extremo. También, para desfortuna de sus conductores, a la par, ha
hecho posible que una gran mayoría poblacional ya no crea en sus promesas,
mucho menos en las garantías de recuperación económica y social, si el
propósito depende de ese mismo grupo.
Creer en el
Gobierno, inevitablemente, pasa por apreciar lo que ha hecho con el signo
monetario del país y entender perfectamente en qué se ha tornado la
multiplicidad de cadenas de radio y televisión para tratar de justificar
lo injustificable. Y es que, en Venezuela, el papel moneda tiene más
valor por el papel que se emplea en su impresión, que por su poder de
compra. El dinero está secuestrado en los bancos, “pastando” en un
“corralito” alrededor del cual danzan miserables colas abarrotadas de
ciudadanos para, si acaso, obtener apenas diez mil bolívares diario de SU
dinero, porque así lo han dispuesto las mismas autoridades que se ocuparon de
hacer lo indebido para que todo terminara en lo de hoy: en un secuestro
monetario.
Difícilmente,
el Gobierno venezolano hará lo que debe para evitar que esta situación continúe
agravándose. Y así actuará por dos motivos: por incapacidad profesional o
porque prefiere echar el resto, jugársela políticamente, sin importar cuántos
puestos de trabajo desaparecerán, venezolanos sufrirán la dura mordida
estomacal del hambre, inclusive, cuántos empresarios tendrán que migrar a otros
países porque seguir aquí equivale a terminar a merced de la descapitalización.
Entonces,
es indispensable que los líderes y partidos de oposición, descarten intereses
personales y grupales, pugnas por falsas glorias y dedicarse a luchar por el
país.
El
promovido objetivo electoral, definitivamente, no va a arreglar nada si las
condiciones de su desarrollo se siguen apoyando en los mismos vicios: el
centralismo, el populismo y la corrupción. Venezuela, definitivamente, tiene
que dejar de ser un país-botín, un espacio geográfico útil para la transacción
geopolítica, un campo abierto para desarrollar procesos sometidos
exclusivamente al desarrollo de ambiciones de poder.
Por otra
parte, es inconcebible que la Venezuela del Siglo XXI, la que se suma con el
resto del mundo al 2018 cargando con su peor situación económica, social,
política, cultural y moral, necesite depender de la voluntad omnímoda de falsos
caudillos, de Mesías para la oportunidad. También mientras que a más de 20
millones de ciudadanos se les trata de convencer que son súbditos, dependientes
forzosos de un pensamiento, sentimiento y visión engañosa del verdadero futuro,
a partir de la contraparte inmediatista de un plato de alimentos.
Hay que
crear ciudadanía; hombres y mujeres decididos a construir equipos y programas
con leyes, respeto y orden. Venezuela, además, no es sólo Caracas. La descentralización
tiene que ser un propósito político y de políticas; nunca más una concesión
voluntariosa del centralismo. Hay que descentralizar y propiciar el desarrollo
de cada uno de los Estados de la República; hacer de la Constitución un
recurso adecuado y apropiado para la transformación de la nación, y no un
simple montón de lineamientos ideológicos, jurídicos, doctrinarios y políticos
de libre uso del Presidente de turno.
En fin, los
Partidos Políticos y el liderazgo partidista, como la dirigencia social
organizada, tienen que trabajar en función social y para los ciudadanos. No más
quítate tú para ponerme yo. Entender responsablemente que ya más del 70% de la
población no cree en partidos, tampoco en el verbo y los discursos de las
mismas caras sobrecargadas de promesas acartonadas y ausentes de lo que la
población necesite que se le solucione.
No entender
este mensaje, desestimarlo en su importancia y urgencia, pudiera terminar dándole
paso a lo que ya ha estado presente en muchos debates en diferentes partes del
país: propiciar una consulta al Soberano y preguntarle si quiere seguir siendo
regido por un Gobierno Comunista a la cubana. Y, adicionalmente, plantearle si
prefiere ser conducido por un Gobierno democrático que respete, valore y
promueva la libre empresa y la propiedad privada.
Mientras se
siguen dando reuniones en República Dominicana en atención a un diálogo
dirigido supuestamente a promover soluciones, dos planteamientos de esa
naturaleza guardarían consonancia con el propósito electoral que algunos tratan
de imponer para que se desarrolle antes de la Semana Santa del 2018. Eso
pudiera traducirse, es verdad, en un no y en un sí, respectivamente. Pero
también en una demostración de que, finalmente, más allá de seguirse jugando a
la captación de ingenuidades a partir de un aspecto del todo, como es la
corrupción en algunas variables, lo que se necesita es trabajar con honestidad
y alcanzar la recuperación del país.
Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de
Independientes Por el Progreso (IPP)
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