Blog de Víctor José López /Periodista

domingo, 17 de diciembre de 2017

EGILDO LUJÁN NAVA ¿Votar o no votar? ¿Que es lo que conviene?

  
Formato del Futuro…

 Durante  las más recientes elecciones, hubo opiniones contrapuestas en los grupos opositores acerca de si era o no conveniente participar en dichos comicios. En ambos grupos, sin duda alguna, hubo acertados argumentos en favor  y en contra de dicha posibilidad.
Los que llamaron a votar, explicaron que en regímenes políticos dictatoriales no se debe desaprovechar ninguna oportunidad comicial. Pero, además, que en el caso venezolano, en las ocasiones cuando  la oposición ha concurrido unida, ha logrado buenos resultados. ¿Ejemplo?: el de las elecciones parlamentarias del 6D de 2015, cuando los factores democráticos  ganaron las dos terceras partes de la representación popular en la Asamblea Nacional.-

Por su parte, los que llamaron a no votar alegaron que es inútil concurrir a unas elecciones amañadas, fraudulentas,  con un Consejo Nacional Electoral que desconoce la Ley que le rige y que, sin sonrojo alguno, se exhibe parcializado a favor del régimen. Además ¿por qué los alcaldes tienen que juramentarse ante una ilegítima Asamblea Comunal, para optar a una legitimidad constitucionalidad que sólo es posible de lograr juramentándose ante la Asamblea Nacional?.
Lamentablemente, al margen de esas justificadas argumentaciones, esa expresión democrática, sin embargo, con su conducta, incurrió en lo que, por su parte, reprueba gran parte de la ciudadanía: ambos grupos insisten  en desviarse  del único objetivo común, que no es otro que propiciar un cambio de Gobierno. Y, peor aún, asumir posiciones antagónicas, al punto de llegar a las descalificaciones grupales y rupturas personales, y al extremo de, sin darse cuenta, que el objetivo del contrario es precisamente provocar la división. ¿Pueden entender los dirigentes democráticos que mientras más fragmentada luzca su dirigencia, más débil se presenta y menos posibilidades tiene de propiciar cambio alguno?. Olvidan lo dicho por Julio Cesar en el año 47,  Antes de Cristo: "Divide et impera " ."Divide y Vencerás”.
La calle está llena de dudas y preocupaciones acerca de esa conducta de la dirigencia política que se autocalifica democrática. Porque mientras ella se debate entre una fraseología autodestructiva y una egolatría propia del populismo gobernante, olvida que la única realidad ciudadana en el país es la que le ha impuesto una supuesta revolución durante las dos últimas décadas.
El país es víctima de una inhumana  involución. Y todo es producto de haber pasado de ser una nación calificada de la más rica de Centro y Sur América, distinguida por su natural condición de receptora de emigrantes del mundo entero en busca de un próspero porvenir, hasta terminar en lo que proyecta hoy. Eso no es otra cosa que una Venezuela afectada por un proceso de destrucción continua en lo económico y en lo social; con una población que no se ocupa en pensar dos veces para  huir a otros lugares del Continente y del mundo Y que lo hace convencida de que allí pudiera encontrar  lo que no puede hallar en el suyo. Es decir,  seguridad y posibilidad de sobrevivir. Tan grave es el hecho alrededor de dicha estampida,  que al margen de la presunción de que más de tres millones de venezolanos pudieran estar viviendo en el exterior, la referencia es otra: ¿cuántos más se irán del país en el 2018?.
Formato del Futuro  no ha dejado de repetir durante los últimos años  que no hay otra forma de corregir lo lamentablemente andado, si Venezuela no reasume el rol ansiado: convertirse nuevamente en garantía de bienestar y  prosperidad para sus ciudadanos. Al día de hoy, el Gobierno ha sido exitoso en su propósito destructivo. Lo que se ha propuesto destruir, lo ha logrado en extremo. También, para desfortuna de sus conductores, a la par, ha hecho posible que una gran mayoría poblacional ya no crea en sus promesas, mucho menos en las garantías de recuperación económica y social, si el propósito depende de ese mismo grupo.
Creer en el Gobierno, inevitablemente, pasa por apreciar lo que ha hecho con el signo monetario del país y entender perfectamente en qué se ha tornado la multiplicidad de cadenas de radio y televisión  para tratar de justificar lo injustificable. Y es que, en Venezuela,  el papel moneda tiene más valor por el papel que se emplea en su impresión, que por su poder de compra.  El dinero está secuestrado en los bancos, “pastando” en un “corralito” alrededor del cual danzan miserables colas abarrotadas de ciudadanos para, si acaso,  obtener apenas diez mil bolívares diario de SU dinero, porque así lo han dispuesto las mismas autoridades que se ocuparon de hacer lo indebido para que todo terminara en lo de hoy:  en un secuestro monetario.
Difícilmente, el Gobierno venezolano hará lo que debe para evitar que esta situación continúe agravándose. Y así actuará por dos motivos: por incapacidad profesional o porque prefiere echar el resto, jugársela políticamente, sin importar cuántos puestos de trabajo desaparecerán, venezolanos sufrirán la dura mordida estomacal del hambre, inclusive, cuántos empresarios tendrán que migrar a otros países porque seguir aquí equivale a terminar a merced de la descapitalización.
Entonces, es indispensable que los líderes y partidos de oposición, descarten intereses personales y grupales, pugnas por falsas glorias y dedicarse a luchar por el país.
El promovido objetivo electoral, definitivamente, no va a arreglar nada si las condiciones de su desarrollo se siguen apoyando en los mismos vicios: el centralismo, el populismo y la corrupción. Venezuela, definitivamente, tiene que dejar de ser un país-botín, un espacio geográfico útil para la transacción geopolítica, un campo abierto para desarrollar procesos sometidos exclusivamente al desarrollo de ambiciones de poder.
Por otra parte, es inconcebible que la Venezuela del Siglo XXI, la que se suma con el resto del mundo al 2018 cargando con su peor situación económica, social, política, cultural y moral, necesite depender de la voluntad omnímoda de falsos caudillos, de Mesías para la oportunidad. También mientras que a más de 20 millones de ciudadanos se les trata de convencer que son súbditos, dependientes forzosos de un pensamiento, sentimiento y visión engañosa del verdadero futuro, a partir de la contraparte inmediatista de un plato de alimentos.
Hay que crear ciudadanía; hombres y mujeres decididos a construir equipos y programas con leyes, respeto y orden. Venezuela, además, no es sólo Caracas. La descentralización tiene que ser un propósito político y de políticas; nunca más una concesión voluntariosa del centralismo. Hay que descentralizar y propiciar el desarrollo de cada uno de los Estados de la República;  hacer de la Constitución un recurso adecuado y apropiado para la transformación de la nación, y no un simple montón de lineamientos ideológicos, jurídicos, doctrinarios y políticos de libre uso del Presidente de turno.
En fin, los Partidos Políticos y el liderazgo partidista, como la dirigencia social organizada, tienen que trabajar en función social y para los ciudadanos. No más quítate tú para ponerme yo. Entender responsablemente que ya más del 70% de la población no cree en partidos, tampoco en el verbo y los discursos  de las mismas caras sobrecargadas de promesas acartonadas y ausentes de lo que la población necesite que se le solucione.
No entender este mensaje, desestimarlo en su importancia y urgencia, pudiera terminar dándole paso a lo que ya ha estado presente en muchos debates en diferentes partes del país: propiciar una consulta al Soberano y preguntarle si quiere seguir siendo regido por un Gobierno Comunista a la cubana. Y, adicionalmente, plantearle si prefiere ser conducido por un Gobierno democrático que respete, valore y promueva la libre empresa y la propiedad privada.
Mientras se siguen dando reuniones en República Dominicana en atención a un diálogo dirigido supuestamente a promover soluciones, dos planteamientos de esa naturaleza guardarían consonancia con el propósito electoral que algunos tratan de imponer para que se desarrolle antes de la Semana Santa del 2018. Eso pudiera traducirse, es verdad, en un no y en un sí, respectivamente. Pero también en una demostración de que, finalmente, más allá de seguirse jugando a la captación de ingenuidades a partir de un aspecto del todo, como es la corrupción en algunas variables, lo que se necesita es trabajar con honestidad y alcanzar la recuperación del país.

Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)




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